Cómo adoro entrar en librerías, respirar profundo y quedarme ahí, parada por algunos segundos solo para sentir el olor. Siempre he tenido este placer, desde la Trinity College Library cuando viví en Dublín, hasta la Public Library en Nueva York, una conexión nostálgica, pero también siento que ahí como me pasa a mí y seguramente a muchas de ustedes, existe una experiencia sensorial completa.
En los últimos meses, esa sensación volvió a tocarme con fuerza y tal vez a ti también. Y no fue solo entre libros, comencé a percibir ese mismo deseo de presencia física en otros contextos: en telas, en tiendas con madera a la vista, en piezas de moda con textura artesanal, peso y aroma.
El olor de libro nuevo siempre me encantó, pero hoy me hizo parar para reflexionar sobre algo mayor: que esa misma sensación representa también un deseo colectivo por experiencias táctiles, físicas. Y no estamos hablando solo de papel.
Por qué estos olores activan emociones tan fuertes
Yendo hacia el lado más fisiológico, el placer por el olor de libro nuevo o de tierra húmeda surge de asociaciones neurales primitivas, ya que el sistema olfativo se conecta directamente al sistema límbico, responsable de procesar emociones y memorias.
La geosmina presente en la tierra húmeda evoca lluvia y vida, ligada a instintos de supervivencia, mientras que compuestos como la vanilina, en los libros, despiertan recuerdos de lectura o momentos de calma especialmente de la infancia. Esta conexión directa, exclusiva del olfato, activa circuitos de recompensa, generando respuestas emocionales rápidas.
El término "primitivas" es adecuado porque estas reacciones dependen de estructuras cerebrales antiguas, pero el placer también está moldeado por memorias personales y por la cultura. Aunque la tierra húmeda suele estar asociada a la sensación de frescura y el libro nuevo al aprendizaje, estas percepciones varían según las experiencias individuales lo que enriquece la respuesta emocional. Así, el placer combina instintos evolutivos con asociaciones contemporáneas.
Datos y comportamiento: el retorno de las experiencias sensoriales como valor de marca
Pinterest documenta precisamente este movimiento de vuelta a lo analógico.
La "estética Martha Stewart" explotó 2,889% en las búsquedas, señalando deseo por experiencias sensoriales completas: del jardín a la mesa (+117%), agricultura urbana (+374%) y cocina sustentable (+91%).
La Generación Z está creando rituales físicos específicos.
La "cultura del club de lectura" registra crecimientos impresionantes: manualidades para club de lectura (+558%), stickers para club de lectura (+243%) y decoración para club de lectura (+67%).
Estos datos revelan que no se trata solo de leer, sino de crear experiencias sensoriales alrededor de la lectura.
El movimiento de "retiros rústicos" creció 172%, con enfoque en ambientes que privilegian materiales naturales: salas rústicas acogedoras (+403%), casas en tonos terrosos (+1,277%) y camas de madera natural (+859%). La preferencia por decoración de segunda mano (+314%) indica búsqueda por objetos con historia y aroma propio algo imposible de replicar digitalmente.
Esto se conecta con la popularización de:
Perfumes sólidos y "wearables olfativos"
Colecciones cápsula con enfoque en textura y material crudo
Ambientes comerciales con olor a madera, cuero, papel y tierra
Una tendencia de revalorización de los sentidos como punto de contacto entre marcas y personas especialmente después de años digitalizados.
El movimiento contrario al fast fashion está dejando de ser solo una resistencia puntual para consolidarse como un giro estructural en el comportamiento de consumo. La valorización de las técnicas artesanales, de lo hecho a mano y de las marcas autorales ya no es solo estética, ahora es política, emocional y estratégica.
Para terminar...
Hoy, pequeñas emprendedoras y talleres independientes están ocupando un nuevo protagonismo. Ellas no compiten con las gigantes por la escala, sino que se diferencian por la singularidad. Son negocios que crecen despacio, con consistencia, basados en comunidad, en procesos sustentables y en narrativas que generan identificación.
En vez de depender de volumen o velocidad, operan con profundidad y propósito y es exactamente eso lo que las hace relevantes.
El valor está en el tiempo invertido, en la trazabilidad de los materiales, en la cultura local impresa en cada punto y en cada color. Cada pieza carga no solo la mano de quien la hizo, sino también la mirada de quien la cuida.
Es una lógica que humaniza el consumo y devuelve significado a la ropa, algo que la producción en masa, por más eficiente que sea, jamás conseguirá replicar.
Para los próximos años, este modelo tiende a fortalecerse. A medida que el consumidor se vuelve más crítico, conectado a causas y cansado de excesos, crece la demanda por productos con alma, historia y sensorialidad.
La moda camina hacia un nuevo paradigma en que lo menor no es menos, al contrario es más: más presencia, más propósito, más conexión.
Y en ese futuro, lo artesanal será deseo colectivo.
¡Hasta el próximo artículo!
Noe
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